Los Jíbaros
De profesión, engañabobos, al menos eso debería decir en su
documento de identidad, en vez de «político». Había tenido una rampante carrera
política auspiciada por el descontento nacional ante la crisis económica y la
pérdida galopante de puestos de trabajos, lo que hacía que la masa se creyera
cada trola y promesa que un encantador de serpientes con buena palabrería le
dijese. En apenas unos años de ser un partido completamente
nuevo, se convirtió en las últimas elecciones en la minoría mayor votada en el
país, con la friolera de cinco millones de votos.
Pero últimamente los desvaríos de su partido cada vez eran
más escandalosos, al menos para
cualquiera que tuviera dos dedos de frente y pensara, y no el corro de
borreguitos que le aplaudía todos los disparates.
Fue una periodista quien empezó a unir los puntos como los
dibujos infantiles numerados para desvelar una imagen. Se dio cuenta que tras
su viaje a Sudamérica con sus asesores y varios alcaldes que habían conseguido
las plazas consistoriales de varios municipios, fue cuando el dirigente y su
partido cada vez estaban más disparatados en lo que parecía una
carrera en el más difícil todavía para hacer o decir la gilipollez más grande.
Habían viajado al continente americano para visitar las repúblicas que tanto admiraban, ver los modelos sociales y
económicos y de camino pedir disculpas por la colonización española, por darles
la lengua y la religión, y claro está, por «quitarles el oro». La periodista
descubrió que en su estancia en Ecuador en la que fueron a visitar las tribus
en la selva, la delegación desapareció por varios días, situación que fue
ocultada a la prensa.
La reportera armada de valor, fue a entrevistar a la tribu de
los Shuar, también llamados Jíbaros que los políticos habían
visitado, y descubrió que cuando llegaron, al líder político no se le ocurrió
otra cosa que decirle al jefe de la tribu como debería de vivir y pensar, y que
iban a redistribuir sus riquezas con la tribu de al lado para que todos fueran
iguales. Eso de que tenía que compartir la yuca, el camote, el maní, el maíz y
palma de chonta con la tribu vecina siendo ellos los que cultivaban la tierra
no le hizo ni chispa de gracia al caudillo indígena, así que llamó al chamán de la tribu e hicieron un arreglito
con los visitantes.
Los Jíbaros son conocidos en el mundo
entero por su costumbre ancestral de reducir cabezas, pero no era plan de
decapitar a la delegación extranjera que habían venido a visitarlos, así que
con magia consiguieron un efecto similar. En vez de cortarles la cabeza
vaciarlas y reducirlas para que el espíritu del enemigo, el muisak, no vuelva para vengarse, les
redujeron el cerebro al tamaño de una nuez.
Sí, los Jíbaros jugaron con sus
cabezas, y ahora más que cabezas pensantes eran como unas maracas gigantes que
se divertían con el ruido de su propio sonsonete resonando en sus cabezas como
claqué.
La periodista con su investigación, por fin pudo entender
tanto desvarío de semejante partido político, y su líder.
© C.R. Worth
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