Archivo

Sunday, December 13, 2015

La burbuja





La burbuja

Érase una vez que se era un reino en el que todo era posible, se llamaba Vida. En ese reino, en una familia acomodada, entre algodones y cucharas de plata nació una niña llamada Gabriela. Gabi, como era llamada cariñosamente, se crió en los mejores colegios, el chofer la traía y llevaba, la cocinera preparaba la comida y su criada recogía todo lo que dejaba regado por el suelo. No le faltó de nada y sus padres le pagaban todos los caprichos. Nunca tuvo que esforzarse por nada porque todo se lo dieron hecho.  
Como niña bien, hizo un casamiento acorde con su estatus, con un acaudalado abogado miembro de una familia con muchos apellidos encadenados, una de esas estirpes que es necesario tomar un vaso de agua tras enunciar todos los nombres y apellidos.
Una casa grande y preciosa, un par de críos, cruceros, safaris... La vida tenía color de rosa, como en la canción de Edith Piaf.

Entonces ocurrió lo impensable, el negocio de papá se fue al garete y en desesperación por sus deudas acumuladas, su progenitor se voló los sesos con su escopeta de caza; mamá perdió la cabeza tras el suicidio y al poco tiempo también se le fue para el otro barrio.
Su matrimonio que tenía la pantalla exterior de ser la pareja ideal, en el fondo no iba bien y ella sospechaba de todas las infidelidades, pero mientras la tarjeta platino circulara en un río de oro, hacía la vista gorda por el «qué dirán», no quería ni pensar lo que sus amigas del club de campo pudieran decir si se le pasara por la cabeza plantearse un divorcio, sabía que le echarían la culpa a ella, fuera ella el problema o no.  
Al final fue él quien pidió el divorcio, la familia de Gabriela estaba estigmatizada por la pérdida de capital y el suicidio, y Ricardo ansiaba la libertad de poder saltar de cama en cama sin compromisos ni tapujos.   
Como buen abogado que era, uso todas las triquiñuelas posibles para dejarla con una mano delante y otra atrás, conseguir la custodia de los niños y quedarse con casi todo.

Así Gabriela, huérfana, abandonada, y sin un duro tuvo un brutal encuentro con la realidad. Nunca había trabajado en su vida, no terminó la carrera y se vio sin oficio ni beneficio. Consiguió un empleo mal pagado trabajando de sol a sol. Supo lo que era pasar hambre, no llegar a fin de mes, tener que ahorrar por tres meses para comprarse unos zapatos de saldo, estar adeudada y no dormir por las preocupaciones.

La burbuja del mundo irreal en el que vivía explotó y supo porqué el reino en el que vivía se llamaba Vida.

© C.R. Worth

No comments:

Post a Comment