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Tuesday, December 29, 2015

Edición





Edición

Tomás era un autor novel deseoso de reconocimiento y fama; y como todo novato en la profesión deseaba que uno de sus libros se publicara. Tenía una novela escrita, una colección de relatos breves, ensayos, teatro etc, pero hasta al momento no había tenido la oportunidad de ver su obra impresa. 

Se informaba de todos los concursos literarios para enviar sus escritos y como muletilla torero lanzarse al ruedo editorial. La mayoría de las veces las bases de los concursos no se ajustaban a lo que él ya tenía escrito, o eran demasiado cortos, o demasiado largos, o la temática no era la adecuada, etc. Era realmente frustrante. 

Un día recibió un correo de un amigo en el que le avisaba de un certamen literario del ayuntamiento de su ciudad con un suculento premio monetario. El tema era el adecuado para participar con un relato que ya tenía escrito, pero era demasiado corto para poder concursar. A pesar de editarlo poniendo el tipo de letra adecuado y la distancia entre líneas que pedían, no daba «la talla». Distanció los párrafos, pero seguía sin tener el número de páginas requeridas…

Entonces le vino la idea genial, como tenía mucho diálogo en la historia decidió que su personaje principal fuera tartajoso, y ento-to-to-to-ton-ces una línea se convertía en cuatro. Poco a poco su per-per-per-per-so-so-so-na-na-na-je le dio el número de páginas que necesitaba para mandar el escrito al concurso.  

Que ganara, eso ya es otra historia.


© C.R. Worth

Wednesday, December 23, 2015

El regüeldo




El regüeldo
(Basado en hechos reales)

Eran las Navidades de 1998, vivíamos en Calhoun, Georgia, EEUU; Henry contaba diez meses de edad y Christopher acababa de cumplir cinco años. En nuestra iglesia, en Nochebuena, se celebraba lo que se llamaba las «misa de los niños», en la que los profesores de la catequesis organizaban una representación teatral con toda la chiquillería que asistía a la formación religiosa para mostrar el misterio de la Navidad en medio de la misa. La mayoría eran pastorcitos, y había papeles más codiciados como ser María, José, o los Reyes Magos. Los críos mayores tomaban por turnos el papel de narrador y ayudaban en la organización.  

Christopher, que siempre ha sido muy alto para su edad, y por qué no decirlo, muy guapo (pasión de madre), fue escogido por sus maestras para ser San José, sus bucles rubios y ojos azules le hacían el candidato más atractivo para ese rol principal… pero va el niño y dice que no, que no quiere ser San José, que ¡prefiere ser «la mula»! Las maestras estaban decepcionadas, creo yo, por lo que le dieron un doble papel, fue mula, y la «Estrella de Oriente». Así que vestido todo de oscuro y con careta de mula se dispuso a dar su aliento al Niño Dios, y cambiar de careta en medio de la representación, para ser la estrella que seguían los reyes magos.

En esa época había dos bebés en la iglesia, mi hijo Henry de diez meses y una niña hija de la secretaria de la parroquia. Aunque la madre insistía que siendo tan pequeños no se notaba que fuera una niña, mi hijo fue el escogido para representar al Niño Jesús. Mis dos hijos estaban de estrellas principales (¡y uno una estrella de verdad!) en el portal de Belén.

La principal preocupación de los organizadores era que el niño que representaba al redentor tuviera un berrinche de llanto como años anteriores, así que me aseguré de cambiarlo antes de empezar y que estuviera bien alimentado para que no llorara de hambre.

La iglesia estaba abarrotada de público, ¡hasta la bandera!, no solo por los familiares de la chiquillería, sino por muchos parroquianos que preferían ese servicio tempranero que ir más tarde a la Misa del Gallo. Henry, contra toda predicción, estaba en su elemento, sonriendo a todo el mundo, feliz y pendiente de todo; y sabiendo que su hermano estaba allí, intentando quitarle la careta. La gente estaba embelesada ante tan adorable Niño Jesús. Los otros críos, por su parte, estaban haciendo un gran trabajo: serios, disciplinados, siguiendo el programa al pie de la letra. Cuando de repente, en una pausa del narrador, se escucha el eructo más fuerte que nadie pudiera imaginar, una flatulencia que impensablemente pudiera salir de un cuerpecito de diez meses que llenó todo el templo con su sonoridad, ¡un regüeldo más propio de la caja torácica de un individuo de trescientos kilos!

La iglesia al completo estalló en una carcajada, los niños del teatro se desmadraron partidos de risa y el cura estaba revolcado en la silla secándose las lágrimas de tanto reír. Pasó un tiempo hasta que el teatro se recompuso de nuevo, y a la madre (moi) mientras, creo que le subieron todos los colores del arcoíris a la cara. Tras la representación, el cura llegó a decir a la congregación que si sacaban al mercado «Burping Jesus» tendría más éxito que «Tickle me Elmo», que era el juguete de moda entonces.

A pesar de ese momento de bochorno paternal, los asistentes se nos acercaron para felicitarnos y decirnos que era la misa más divertida a la que habían asistido, y que los niños eran absolutamente adorables.

A partir de ese día, Henry fue conocido en la iglesia como «Burping Baby Jesus».


© C.R. Worth

Sunday, December 13, 2015

La burbuja





La burbuja

Érase una vez que se era un reino en el que todo era posible, se llamaba Vida. En ese reino, en una familia acomodada, entre algodones y cucharas de plata nació una niña llamada Gabriela. Gabi, como era llamada cariñosamente, se crió en los mejores colegios, el chofer la traía y llevaba, la cocinera preparaba la comida y su criada recogía todo lo que dejaba regado por el suelo. No le faltó de nada y sus padres le pagaban todos los caprichos. Nunca tuvo que esforzarse por nada porque todo se lo dieron hecho.  
Como niña bien, hizo un casamiento acorde con su estatus, con un acaudalado abogado miembro de una familia con muchos apellidos encadenados, una de esas estirpes que es necesario tomar un vaso de agua tras enunciar todos los nombres y apellidos.
Una casa grande y preciosa, un par de críos, cruceros, safaris... La vida tenía color de rosa, como en la canción de Edith Piaf.

Entonces ocurrió lo impensable, el negocio de papá se fue al garete y en desesperación por sus deudas acumuladas, su progenitor se voló los sesos con su escopeta de caza; mamá perdió la cabeza tras el suicidio y al poco tiempo también se le fue para el otro barrio.
Su matrimonio que tenía la pantalla exterior de ser la pareja ideal, en el fondo no iba bien y ella sospechaba de todas las infidelidades, pero mientras la tarjeta platino circulara en un río de oro, hacía la vista gorda por el «qué dirán», no quería ni pensar lo que sus amigas del club de campo pudieran decir si se le pasara por la cabeza plantearse un divorcio, sabía que le echarían la culpa a ella, fuera ella el problema o no.  
Al final fue él quien pidió el divorcio, la familia de Gabriela estaba estigmatizada por la pérdida de capital y el suicidio, y Ricardo ansiaba la libertad de poder saltar de cama en cama sin compromisos ni tapujos.   
Como buen abogado que era, uso todas las triquiñuelas posibles para dejarla con una mano delante y otra atrás, conseguir la custodia de los niños y quedarse con casi todo.

Así Gabriela, huérfana, abandonada, y sin un duro tuvo un brutal encuentro con la realidad. Nunca había trabajado en su vida, no terminó la carrera y se vio sin oficio ni beneficio. Consiguió un empleo mal pagado trabajando de sol a sol. Supo lo que era pasar hambre, no llegar a fin de mes, tener que ahorrar por tres meses para comprarse unos zapatos de saldo, estar adeudada y no dormir por las preocupaciones.

La burbuja del mundo irreal en el que vivía explotó y supo porqué el reino en el que vivía se llamaba Vida.

© C.R. Worth

Sunday, December 6, 2015

Bill y el botón





Bill y el botón
(Para Randy Compton)


Eran las Navidades del 2006 y Marcus se había gastado un dineral en su nuevo ordenador, no era de los más caros, pero lo mejor que podía costearse con su sueldo de mecánico. El ordenador venía instalado con el nuevo y más reluciente sistema operativo que había creado Microsoft, Windows Vista. 

Desde el primer día tuvo problemas con él, ya que el susodicho usaba tanta memoria para funcionar que no le quedaba casi nada en el ordenador, además de los múltiples problemas relacionados con conflictos con otros programas. Marcus estaba rabioso, ya que había gastado todos sus ahorros en ese ordenador, y encima solo le daba problemas y tenía que llevarlo a reparar cada dos por tres. Le estaba costando una fortuna, pero lo peor era que no podía costearse otro para sustituirlo, a parte que todos los nuevos ordenadores venían con ese mismo sistema operativo y no fue hasta el 2009 que Microsoft sacó uno nuevo, pero por cuestiones económicas nunca pudo reemplazar su vieja computadora. 

Rondaba el 2012 cuando Marcus en el descanso para almorzar de su trabajo se dirigió como de costumbre a una hamburguesería para tomar su «happy meal», y fue particularmente feliz cuando para sorpresa suya allí sentados degustando una hamburguesa estaban Bill Gates y Warren Buffett. No podía creerlo, tenía la oportunidad de hablar con Bill Gates y decirle todo lo que pensaba de su «Vista».
 ̶  ¿Bill Gates?
̶  Sí, soy yo. ¿Qué se le ofrece?
 ̶  Tío, me debes dinero.
El magnate se sorprendió al ver al mecánico requerirle una deuda. Le preguntó en qué medida tenía cuentas pendiente con él.  Fue entonces cuando Marcus se explayó y soltó toda la bilis que tenía acumulada contra el dueño de Microsoft y le expuso la mierda de producto que era y lo mucho que le había costado, y encima sin poder comprar nada nuevo porque además tenía miedo que fuera peor que lo que ya tenía.
Bill tuvo compasión del pobre obrero y en cierto modo se sintió deudor con él, así que le dijo:
̶̶  Comprendo su frustración, y mi compañía siempre busca la satisfacción del cliente. Para compensar todo lo que se ha gastado en mi producto y que no ha podido comprar un nuevo ordenador, quiero regalarle este prototipo, y mi última invención, es más, es el ordenador más avanzado y rápido que se pueda imaginar. Un ordenador de altísima gama. La batería dura desconectada más de una semana, tiene incorporado todas las aplicaciones y avances tecnológicos que se pueda imaginar, y es hasta plegable, se lo puede guardar en el bolsillo como un teléfono. 

Marcus estaba perplejo, no sabía que decir.

̶̶  Y como extra, tiene una aplicación experimental. ¿Ve este botón azul con el símbolo de la mecánica cuántica? Pues tiene unas propiedades extraordinarias, pero de momento solo puede ser usado una vez, así que úselo con sabiduría. 

Marcus aceptó el regalo agradecido y tras el trabajo fue a su casa. El ordenador era mucho más de lo que se podía imaginar, tenía más de 300 terabits de memoria, era rápido como una centella, tenía internet incorporado gratuitamente sin necesidad de conectar con ningún proveedor; miles de películas, series televisivas y música estaban instalados, al igual que multitud de juegos para todos los gustos. Había cientos de programas que podían solucionar cualquier problema y satisfacer cualquier tendencia creativa. Estaba maravillado, era el mejor ordenador que pudiera soñar, y a pesar de todas esas prestaciones, estaba tremendamente intrigado por el botón azul. 

¿Qué podría tener extra que complementara todo lo que ya tenía, y solo se podía usar una vez? Marcus estaba dubitativo, varias veces estuvo a punto de pulsarlo, pero antes quería explorar todas las prestaciones del ordenador. 

Una mañana se armó de valor y decidió pulsar el botón. De pronto en la pantalla aparecieron miles de puntitos que poco a poco se fueron formando en una imagen con la siguiente pregunta:

Destino
Año – Mes – Día

¿Era eso posible? ¿Era una máquina del tiempo? Las posibilidades eran increíbles. Podía viajar al futuro varios siglos en adelante y ver lo que tanto deseaba, conocer los avances tecnológicos del futuro; seguro que la técnica estaba perfeccionada y podría regresar a su tiempo; o tenía la posibilidad de ir al pasado, ir al Medievo, al Renacimiento, la Belle Epoque; o aún mejor, ir al pasado e invertir dinero en compañías como Microsoft, Apple o Facebook y volverse inmensamente rico… Recordó su héroe favorito, Spiderman, y aquello de que «con un gran poder viene una gran responsabilidad», luego debería de usar  ese regalo para el bien de la humanidad. 

Reflexionó y sonrió. Viajaría al pasado y mataría a todos los diseñadores de Vista, ¡eso le haría un gran bien a la humanidad!


© C.R. Worth