La foto
Llevaba más de treinta años en la profesión, pasando de la
fotografía analógica a la digital, pero era de los tradicionales y de los que
pensaba que como la fotografía en película, ninguna; así que cada vez que podía
se acercaba a los mercadillos para ver si encontraba una bicoca, alguna cámara antigua
a buen precio.
No podía creerlo cuando vio en el mercadillo semanal una
Rolleiflex original de 1929, una cámara réflex de doble objetivo que se
convirtió en un hito en la historia de la fotografía, ya que fue la primera
cámara de formato medio que usaba película, convirtiéndose en sinónimo de
fotografía profesional. La compró a precio de ganga.
Le puso un carrete y
fue con su tesoro a hacer fotografías para probarla. Hizo fotos en el parque,
sus monumentos y fuentes favoritas, gente por la calle, al sonriente borrachín
sentado en el poyete de la iglesia y a la puesta de sol.
Cuando terminó el carrete se dirigió a su casa para revelarlo y ampliar las
fotos.
Excitado se puso a
contemplar las fotografías, pero algo parecía estar mal con la cámara. Iba pasando
las fotos, y aparentemente estaban todas borrosas. Pero se fijó con más detenimiento y vio que solo estaban borrosas
aquellas que no tenían una figura humana en ella, y en las que estaba, solo la
persona aparecía nítida, mientras que el resto estaba desenfocado. Estaba
seguro que él no había conseguido ese efecto
intencionalmente, pero fue aún mayor su sorpresa cuando contempló la foto del sonriente borrachín. Recordaba perfectamente al
individuo cuando le sacó la foto, con esa sonrisa abierta
mostrando la boca desdentada; pero en la foto parecía adusto, completamente
serio, pensativo y reflejando a la vez una profunda tristeza en su rostro.
¿Qué ocurría con la cámara? Si solo fuera el desenfoque
era claro que había un problema con el objetivo, pero
la foto del borracho no tenía explicación. ¿Había algo mágico? Tomó otro carrete y cargó la cámara para hacer más fotos, llevando a su vez otra
cámara.
Comenzó a hacer dobles fotos de las personas, con la cámara digital
y la Rolleiflex para comparar los resultados, teóricamente deberían de ser las
fotos casi iguales.
Ansioso, estaba
dispuesto a ver cómo parecían, y fueron como se temía. Las fotos en su mayoría
no se correspondían, solo la pareja de recién casados aparecían sonrientes y
felices.
¿Qué retrataba esa
cámara? ¿Era como la gente se sentía en verdad? ¿Acaso era un retrato del alma?
Vio tristeza, miseria, desesperación, preocupación, e incluso terror en el
rostro de sus fotografiados. Pero la cámara iba más allá, retrataba las enfermedades,
podía ver el cáncer como si fuera una radiografía, y no solo eso, vio en cierta
señora una calavera, y supo que al poco tiempo murió.
No sabía si la cámara
era un regalo divino o una maldición, si tendría que ayudar a esas personas o
simplemente observar la vida tras un escaparate. Cada vez estaba más
influenciado y preocupado por la miseria humana, y sobre todo sentía terror en
hacer fotos con esa cámara a su familia, o un autorretrato.
Pasaron muchos años
sin usarla, arrinconada en el lugar más recóndito del altillo; hasta que un
día aceptando la fragilidad y decrepitud de su avanzada edad, la tomó en sus manos y la acarició como a una vieja amante. Se armó de valor y se hizo un autorretrato, sonrió al ver el
resultado. Tal y como esperaba, supo que la Parca vendría pronto a visitarlo.
© C. R. Worth
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