La primera en la frente
Todo había terminado, estaba hastiada de la
vida, y sobre todo ya no creía en el amor, la compasión o decencia humana. El
amor era una mentira, y juraba que nunca más, y como no creía en su existencia,
jamás arriesgaría otra vez su corazón y se volvería a enamorar. Sobre todo
estaba muy segura de lo que quería; si alguna vez considerara una nueva
relación, el listón iba a estar muy alto, ya que no cometería jamás los mismos
errores.
Nunca se le ocurriría estar otra vez con un hijo único,
mimado y egoísta; solo consideraría a alguien que pensara como ella, un
conservador políticamente hablando, que fuera católico, a alguien con un
doctorado como mínimo en su nivel de educación, un médico o un abogado con
mucho dinero sería lo ideal. Amante de la música clásica y la opera, que no
roncara, y que fuera un tío macho musculoso lleno de testosterona y no un
lloricas.
Entonces conoció a Ronald, y supo lo que era la decencia, la
compasión y el altruismo. Bastante mayor que ella, con barriga
cervecera, Ronny no tenía donde caerse muerto, no terminó sus estudios en la universidad, era protestante, hijo único
y un maldito liberal. Renegaba de la opera y la música clásica; daba verdaderos
conciertos con sus ronquidos, solo escuchaba música popular, y para colmo era
un romántico empedernido, de los de cenas a la luz de las velas, y de lágrima fácil con «chick flicks».
No podía ser más antagónico a ella y todo lo que se había puesto como meta, si se le ocurría volver a salir con
alguien; y a pesar de eso, nunca se había enamorado más profundamente de
nadie. Entonces comprendió el verdadero significado de «nunca jamás», del «de
este agua no beberé» y de «la primera en la frente», porque solo tienes que
renegar de algo para que el universo entero conjure en tu contra, y te pruebe
que estás equivocado.
© C. R. Worth
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