En tus manos encomiendo mi espíritu.
(Mi
buen amigo Antonio Alujas de Sentir Cofrade en la pasada cuaresma me pidió un artículo para el
"Especial Semana Santa 2005" de su web, en
el que participamos varios cofrades/capillitas que nos asomamos a vuestras
pantallas de ordenador escribiendo en diversas webs en este medio universal. A
cada uno le correspondió un día de la semana, teniendo una servidora el honor
de escribir sobre el Viernes Santo)
Hablar del Viernes Santo es hablar del día mas cofrade por excelencia, el día del sacrificio último del Redentor que muere en la Cruz para redimirnos de nuestros pecados y darnos la vida eterna.
Es el día que por tradición
histórica y litúrgica es el germen de la Semana Mayor en donde las primeras
procesiones tuvieron lugar en Viernes Santo, primero como Viacrucis, y luego,
poco a poco dando lugar a la Semana Santa de nuestros días.
Ya en una de
las primeras reglas (siglo XIV) de la considerada una de las hermandades más
antiguas de Sevilla, se indicaba que la Madre y Maestra procesionaba el Viernes
Santo. Fue una semilla que como la parábola del sembrador cae en tierra fértil
y se extiende luego en los demás días de la semana por la proliferación de
Hermandades... pero que para nuestros antepasados siempre fue día preferido, ya
que casi todas las hermandades sevillanas de la antigüedad salieron algún año
en ese día; e incluso era un día tan señero y preferido por los cofrades que
llegaron a salir 10 cofradías el Viernes Santo a principios del XX, y eso sin
contar con los numerosos pasos de la pasión cronológica de los ocasionales
Santo Entierro Magnos.
El Viernes
Santo inevitablemente uno piensa en el día en que murió Jesús en la Cruz, en
donde hubo oscuridad en la tierra y la tierra tembló; y no deja de admirarse en
lo mucho que se asemeja al Viernes Santo Sevillano, en donde con frecuencia la
oscuridad de negros nubarrones son una plegaria del cielo por el Hijo que muere
en la cruz y, los ángeles y querubines derraman sus lágrimas entre Sevilla y
Triana. La tierra tiembla con sones y redoblar de tambores así como nuestros
corazones que se rasgan como el velo del Santuario al escuchar una saeta,
plegaria de amor, en un balcón.
¿Cómo es
posible la muerte ser tan bella y sublime? Teólogos de todos los tiempos han
debatido por centurias este misterio; pero Sevilla no necesita teología, solo
necesita a su Cristo del Cachorro para entender que el tránsito de la muerte es
hermoso, en un Dios hecho hombre por nosotros. Sevilla toma su cruz, de carey o
arbórea para seguir a Jesús y, quiere mitigar su dolor ayudándolo cual Cirineo...
Cuantos de nosotros ante la Carretería no piden esas escaleras emulando a
Machado para subir al madreo y quitarle los clavos. Nos mueve el corazón porque
Sevilla cree en Él y se arrepiente como el buen ladrón porque sabe que tras
muchas Semanas Santas estará un día con El en el Paraíso cuando en sus manos
encomienden su espíritu.
Cuanto dolor
tuvo que sentir su madre cuando lo depositaron en su regazo y que a golpe de
muñidor caían sus lágrimas de piedad sobre el cuerpo ultrajado del Hijo.
¡O Virgen María
que en tu mayor dolor y en soledad nos patrocinas piedad y luz... en Loreto, en
Monserrat y toda la urbe cristiana; que tu sufrimiento se torne en alegría en
tres días y tu Hijo resucite entre los muertos para redimirnos y abrirnos las
puertas del paraíso!
(C. R. Worth, webmaster de
"La Gubia y el Tas", para el especial Semana Santa 2005 del Sentir
Cofrade.)
© C. R. Worth. Cape Coral, Florida. USA. Cuaresma 2005
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