A mis plantas hay
palmeras, y pronto naranjos en flor y, claveles, lirios morados, gladiolos o
rosas de fragante olor adornado bellas andas que se pondrán con primor, y a su
paso rachearán a mis pies en una semana sin parangón; y el humo del incienso
subirá a mi campanar, pero no es este el que me hace llorar, sino la desidia y
abandono del que me quiere mal.
Mi lamento hace mis muros agrietar, y desconchones como lepra son mi constante descarnar... ¿es por eso, sevillano, que a mí no te quieres acercar? Muero cada día y nadie me quiere escuchar, y mi torre a los cuatro vientos lo quiere pregonar, pero esta muda porque no la dejan repicar. ¿No hay nadie que oiga esta plegaria en esta ciudad?
Mi lamento hace mis muros agrietar, y desconchones como lepra son mi constante descarnar... ¿es por eso, sevillano, que a mí no te quieres acercar? Muero cada día y nadie me quiere escuchar, y mi torre a los cuatro vientos lo quiere pregonar, pero esta muda porque no la dejan repicar. ¿No hay nadie que oiga esta plegaria en esta ciudad?
Pero Santa Catalina no está
sola en su penar, y de torre en torre se escucha un susurrar, son sus primas y
sus hermanas que no le dejan de hablar, y le dan ánimos y le cuentan historias,
de pasados y viejas glorias, de restauraciones sin par: -.Se paciente, cinco
años tardaron en terminarme de arreglar.- le dice la Colegial, pero la Señá
Santana, que es vieja y sabia, y sabe también del restaurar le responde desde
su torre, -.Salvador, fueron cinco años sin parar, te picaron y enfoscaron, te
pintaron y te solaron, pero a Catalina en seis años no le han hecho na.-
y la altanera torre de San Pedro le dice a la Señá, -.no es cierto Anita, que
yo he visto sus techos labrar.- y las siamesas torres de San Idelfonso le
contestan a la par -.Eso fue como ponerle una tirita a una herida visceral,
dicen que cuatro millones de euros costaba el enmendar, y se han gastado menos
de un cuarto... ya verás, sin costuras ni grapas las tripas se saldrán.- y San
Román le dice desde su campanar, -.No le digas esas cosas a mi hermana, que
bastante sufrimiento tiene ya. Tu sabes Catalina, que mi casa tu casa es, y que
tu Hermandad en mi casa está, se optimista, porque nuevos vientos y el agua de
mayo lleno de esperanza está, y puede que muy pronto las cosas cambiarán. Dime
mi niña, ¿cuál es tu más hondo penar?-
Catalina habló, y se hizo un
silencio sepulcral, las campanas que hablaban entre ellas dejaron de repicar,
como hacían antaño al ángelus al compás, las otras torres solo habían visto a
Santa Catalina llorar, pero ahora todas mudas escuchaban su lacerioso penar:
«Ya nadie visita mis
entrañas, ni se paran a rezar, mis altares están desvalijados, y sus imágenes
ya no están, el polvo, las ratas y la carcoma a sus anchas están, no hay cera
que me alumbre, ni olores a incienso y azahar; no hay damascos, ni tafetanes,
sedas u oropel, mis galas ahora son el moho, la telaraña y el excremento del
ciempiés. No me mal interpretéis, yo no quiero galas, aunque el amor de mis
feligreses me hicieron hermosa por seis siglos; siento vacía mi alma porque no
cumplo la función para la que me crearon, ya no hay bautizos, bodas o sepelios
en mi interior, soy edificio, pero no casa de Dios. Lloro porque Sevilla
me quiere olvidar, porque mis parroquianos ya no están, porque mis vecinos
pasan sin mirar, porque la mocita de veinte abriles que vi bautizar hace cuatro
lustros en mi interior, no puede casarse en mis entrañas como siempre ella
soñó, porque mis hermanos de la Exaltación no juran reglas, o hacen cabildos en
mi interior. Y ahora que la cuaresma se acerca, mi agonía es mayor, no hay
Quinario en febrero, ni pasos que se monten con primoroso amor, nadie me
visitará de domingo a domingo, de Palmas a Resurrección, y el Jueves ni sones
de cornetas y tambores, saetas o clamor. Silencio es lo que me espera, silencio
y desamor."
Y la torre más alta, y más
esbelta que todo escuchó, de esta manera habló: -.Te daría las azucenas de mis
luminarias si eso calmara tu dolor, y mi campana de la esquina, que lleva tu
nombre, haría repicar con estupor, y cuando despierten en Palacio, y vean a la
Fe apuntando en tu dirección, y Santa Catalina cantando sin cesar su
lastimero son, quizá la mitra y el báculo se pongan en acción. Pero no te
engañes reina mía, que los de la Casa Consistorial hacen oídos sordos al más
estruendoso repicar, te has de llamar Abenamar, para que te quieran arreglar, o
gitana y mora para que escuchen tu cantar, que no les basta ser Mudéjar y
Monumento Nacional.-
Seis años de continua
tortura Santa Catalina en la rueda está, y en silencio y agonía, la torre no
deja de llorar. Hoy miro tu bella cara y como rimel corrido, dos tizones
maquillan tu hermosura, como mujer trasnochada, en una eterna noche que lleva
ya más de dosmil días. ¿Para cuándo tu despertar, que te laven la cara y mires
a Sevilla recién peiná? Eso solo lo sabe una dolorosa despojada de su hogar,
que llora afligida de dolor y más que nunca hace honor a su advocación,
Lágrimas.
© C. R. Worth. 1-II-2011