«Christmas in Connecticut», Los Ángeles, New York y toda América.
Los sevillanos, cuando pensamos en las Navidades ponemos nuestra mente,
iniciamos nuestro espíritu navideño, cuando se acaba la Octava de la
Inmaculada; belenes hay por doquier, el centro comercial se engalana de luces y
cintas brillantes de colores y una «niebla sevillana» se expande por los puntos
más concurridos envolviéndonos en su aroma a castañas asadas. Los más pequeños
viven con anticipación la noche de la ilusión, caritas pegadas a escaparates, y
colas interminables para dar la carta a tu rey mago preferido, y para visitar
esas recreaciones de la más pequeña de las ciudades de Judea donde hace 2000
años nació el Salvador. Noches de fiestas con doce campanadas, uvas en familia,
cava, besos, abrazos y mantecados... Estas son nuestras experiencias, nuestras
vivencias que se transmitirán de mayores a menores, con panderetas y zambombas,
con Misas del Gallo y bendiciones "Urbi et Orbi". Porque nuestra
Navidad, entrañablemente familiar es fundamentalmente religiosa, no digo que no
se nos esté «descafeinando» con el espíritu comercial que adquiere cada día más
y más, pero todavía en la mayoría de nuestras familias no se ha perdido la
estrella a seguir. Las Navidades se inician con un evento religioso y terminan
con otro, la Epifanía, porque lo que aquí se está celebrando es el nacimiento
de El Mesías.
Pero no en todas partes es igual, desde las lejanas tierras de occidente no
llegaron tres sabios siguiendo una estrella que anunciaba un prodigio, sino un
señor barrigón, sonrisa bonachona y traje rojo, «ho, ho ho», que se va
extendiendo como una plaga en el mundo mediterráneo.
Desde estas tierras con un solo «rey», Santa Claus, San Nicolás, Rey Wenceslao
o como lo quieran llamar, escribe esta sevillana para contarle las Pascuas
desde el otro lado de la moneda... Las Navidades o Christmas, ya ni lo son,
aunque sigan iniciando esta estación del año con el nombre de Cristo.
Una familia media americana, en Connecticut, Los Ángeles o New York,
probablemente iniciarán su estación de Navidad justo después de Thanksgiven
(que es la fiesta en la cual todo hijo de vecino come pavo conmemorando a los
primeros peregrinos de las colonias del norte que fueron salvados por los
indios de morir de hambre —esto daría para mucho que hablar, pero me saldría del tema, así que lo
dejaremos para futuros artículos—). Thanksgiven, es una fiesta móvil que cae en
jueves, —como el
Corpus, el Jueves Santo, y día de la Ascensión— el último jueves del mes de Noviembre. Este
americano medio, después de atiborrarse de pavo, pan de maíz y salsa de
cramberry, pondría su arbolito, natural o artificial, y llenaría su casa de
luces en el tejado, entrada y arbustos; dándole las pascuas a su vecino que
pensará que por un mes se ha mudado a Las Vegas. Ese mismo americano medio, que
con su anuncio luminoso está diciendo aquí vive una familia cristiana probablemente
antes de que se acabe el día de Navidad, en la basura, junto con cientos de
cartones de cajas de regalos, papeles arrugados y lazos, pondrá su árbol de
Navidad, porque para esta familia las navidades se han terminado, cuando en
verdad acaban de empezar y faltan aún doce días para que finalicen. Lo que era
una fiesta de luces se torna en oscuridad, la Luz del Mundo ha nacido y solo
unos cuantos siguen alumbrándolo, con suerte encontrarás casas con árboles
iluminados en su ventanas hasta Nochevieja, pero muy pocos hasta Epifanía.
La Navidad se ha desacralizado, en películas que hablan del espíritu de la
Navidad para nada mencionan el hecho fundamental y la razón de ella. Es una
fiesta de compra-venta, la gente hace un esfuerzo y saca su cara de buena
gente, los buenos sentimientos y compasión que están escondidos el resto del
año. Se agasajan los unos a otros y se preocupan del hambre de los pobres,
organizan bancos de comida, regalos para los necesitados... y el resto del año,
que les den por... porque por lo visto esa pobre gente solo debe de comer una vez
al año, que no hace daño. Claro que hay excepciones, no solo malvados en la película,
también hay organizaciones que se preocupan de ellos todo el año, como San
Vicente de Paul, de la que doy fe lo hacen en mi parroquia.
Otra cuestión a mencionar sobre las «navidades americanas» es lo demencial que
se ha vuelto este país a la hora de no «molestar a nadie» y decir todo
políticamente correcto; todos los días te salen en el periódico noticias sobre
la prohibición de oficialmente felicitar las navidades en organismos oficiales,
colegios, empresas etc, pues como hay muchos credos, la gente se ofende si le
felicitas las pascuas y no es un cristiano. Pero eso da para tela marinera, y aquí
nos estamos alargando.
Todavía con casi dos semanas de navidades por delante, mi familia (y la mayoría
de las familias católicas de américa) seguiremos celebrando el nacimiento del
niño Jesús, comeremos uvas, y mis niños dejarán sus zapatos para que se los
llenen de caramelos... y uno reflexionando, piensa, que después de Navidad que
es lo que hará Santa en su casa del polo norte, probablemente cogerá un papel y
empezará a escribir, no unas memorias de lo acaecido o en su diario, que eso es
muy americano, sino que empezará una carta diciendo: Queridos Reyes Magos...
© C, R. Worth. Calhoun, GA. 27- XII- 2000