Cuando La Canina perdió el "Mors
mortem..."
Este artículo apareció por primera vez en
El Redcuadro,
en 1998. En Anécdotas y Curiosidades
de Semana Santa recogidas por D. Antonio Burgos.
de Semana Santa recogidas por D. Antonio Burgos.
Mi padre es hermano del Santo Entierro, no de los de las
bolitas blancas y negras, sino de aquellos que se apuntaron a la hermandad
cuando ya por causas de las penurias económicas de la susodicha, abrieron el
cupo de los «cien hermanos». Desde entonces y hasta hace un par de años
(debido a su avanzada edad) siempre ha acompañado a su hermandad en la
estación de penitencia.
Si usted no mal recuerda hubo un año, allá por los ochenta, que el paso popularmente conocido por «La Canina» salió sin el paño, o sudario negro que lleva inscritas las palabras latinas «Mors Mortem Superavit» (Solo la muerte supera a la muerte, lema de su alegoría). Recuerdo como todo el mundo notó y comentó la falta de tan señera parte de este conjunto alegórico, incluyendo la prensa. El misterio de la falta del paño se resolvió un año después cuando mi padre fue a la Hermandad a recoger el ropón para hacer la estación de penitencia, y cuál sorpresa la suya cuando dentro del saco negro donde estaba su ropón encontró el citado paño. Cuando notificó su descubrimiento a la Hermandad, fueron los primeros sorprendidos, pues el año anterior se habían vuelto locos todos buscándolo (hasta debajo de las piedras...) y nadie tenía ni idea de cómo había llegado allí.
Si usted no mal recuerda hubo un año, allá por los ochenta, que el paso popularmente conocido por «La Canina» salió sin el paño, o sudario negro que lleva inscritas las palabras latinas «Mors Mortem Superavit» (Solo la muerte supera a la muerte, lema de su alegoría). Recuerdo como todo el mundo notó y comentó la falta de tan señera parte de este conjunto alegórico, incluyendo la prensa. El misterio de la falta del paño se resolvió un año después cuando mi padre fue a la Hermandad a recoger el ropón para hacer la estación de penitencia, y cuál sorpresa la suya cuando dentro del saco negro donde estaba su ropón encontró el citado paño. Cuando notificó su descubrimiento a la Hermandad, fueron los primeros sorprendidos, pues el año anterior se habían vuelto locos todos buscándolo (hasta debajo de las piedras...) y nadie tenía ni idea de cómo había llegado allí.
Así que gracias a mi padre y su decisión de hacer
estación de penitencia ese año, la cruz del paso de «La Canina» volvió a
ondear el sudario negro.
©
C. R. Worth. Lawrenceville, GA. USA 1998